Las personas nos pasamos prácticamente una tercera parte de nuestra vida durmiendo. La verdad, la mayoría de nosotros pasará más de 175.000 horas en la cama, por lo que dormir en las condiciones adecuadas se convierte en una necesidad. Sin embargo, aunque muchos de nosotros ya cuidamos nuestro sueño, cuando suena el despertador nos sentimos agotados y somnolientos y no podemos activarnos debidamente hasta pasados 30 minutos. ¿Por qué ocurre todo esto? ¿Por qué nos cuesta tanto madrugar?
Según informan diferentes científicos, el principal motivo es que algunos seres vivos tienen incorporado un reloj biológico capaz de medir el tiempo y activar y desactivar las funciones del organismo, siendo una de ellas el sueño. Como las bacterias, que se sincronizan con el medio ambiente para regular su actividad, las personas también disponemos de un verdadero reloj que conserva su propio ritmo y que también se ajusta con el entorno. Éste es capaz de sincronizarse con los ciclos de luz, que coinciden con el transcurso de los días y el paso de día a la noche. De este modo, regula nuestras etapas de sueño-vigilia.
El funcionamiento de dicho reloj nos ha permitido adaptarnos a los períodos de luz y oscuridad y ha contribuido a desarrollar los llamados ritmos circadianos, que nos han permitido dormir durante la mayor parte de la noche. Y es durante esta etapa cuando nuestro cerebro experimenta las cuatro fases distintas del sueño. Para resolver por qué nos cuesta tanto madrugar, tenemos que fijarnos en una de ellas: la conocida fase REM. Durante esta fase se producen los movimientos oculares rápidos, aparecen la mayoría de los sueños y sube la tensión arterial.
Este proceso finaliza cuando, desgraciadamente, suena el despertador a las 7 de la mañana, que nos hace experimentar un período de bajo rendimiento físico y mental conocido como inercia del sueño. Sufrimos un despertar que nos genera pereza en el cuerpo. Si esto ocurre durante la fase REM, la inercia del sueño será breve y nos sentiremos despejados al poco tiempo. No obstante, si el despertador suena cuando nos encontramos en un sueño profundo, la sensación de cansancio se alargará y la falta de reflejos será más intensa.
Así pues, es nuestro mecanismo biológico el que no nos ayuda a levantarnos de la cama con más facilidad. Aunque es importante tener en cuenta lo expuesto, también es necesario saber que un buen despertar depende, asimismo, de disponer de un buen equipo de descanso. Para que todo el proceso mencionado pueda llevarse a cabo con éxito, adquirir una almohada adecuada a las necesidades individuales, sábanas adecuadas a la longitud de la cama o protectores de colchón antiácaros (entre otros productos), resulta esencial. De este modo, no nos va a costar tanto madrugar.