En ocasiones, que los niños se acuesten cada día a la misma hora es una difícil tarea para los padres. Hacer los deberes, cenar, relajarse, meterse en la ducha, jugar con gadgets electrónicos… Aunque algunos de estos pasos son necesarios, no seguir un horario rígido para llevarlos a cabo puede ser un símbolo de fracaso escolar. La verdad, para sacar buenas notas a las asignaturas de matemáticas, inglés y lengua especialmente – además del resto – el sueño y su calidad son imprescindibles. Dormir bien, pues, ayuda a los niños de edad escolar a ser más eficientes y aprender más fácilmente.
Las anteriores afirmaciones se extraen de un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad McGill y el Instituto Universitario de Salud Mental Douglas en Montreal. Tras finalizar su investigación, concluyeron que dormir bien está directamente vinculado con un mejor rendimiento en matemáticas, idiomas y lengua, tres asignaturas que potencian el trabajo cerebral y que contribuyen al éxito académico general.
Fue Sleep Medicine, la revista oficial de la Asociación Mundial de Medicina del Sueño y la Asociación Internacional de Pediatría del Sueño, quién publicó el estudio. Según consta en el mismo, “la eficiencia del sueño es un indicador de calidad y contribuye a un mayor rendimiento académico”. Aunque ya se habían realizado estudios anteriores sobre el tema, estos investigadores son los únicos que han relacionado la mala calidad del sueño con el bajo rendimiento en las asignaturas específicas ya mencionadas. “Creemos que las funciones ejecutivas, es decir, las habilidades mentales implicadas en la planificación, la atención y la multitarea, por ejemplo, son las que relacionan la calidad del sueño con el rendimiento académico, y estas habilidades son más críticas en matemáticas y lengua que en otras materias, como arte, que no se vieron afectadas”, apunta Reut Gruber, el director del estudio.
Según explica el mismo, el bajo rendimiento académico infantil común en la actualidad podría venir motivado por un sueño corto o de mala calidad, una relación que se ignora con frecuencia. Además, el director recomienda que los pediatras incorporen en sus visitas rutinarias preguntas sobre el sueño de los más pequeños. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores recogieron una muestra de 75 niños entre 7 y 11 años. A través de un actinógrafo evaluaron los movimientos nocturnos de cada niño y, tras conseguir los datos de cinco noches, se pudieron establecer los patrones del sueño y relacionarlos con las calificaciones escolares.
El sueño de los niños en edad escolar debería ser una de las preocupaciones de los padres. Establecer unos horarios fijos e insistir en las condiciones a las que se someten a la hora de acostarse es una cuestión primordial, tanto por su rendimiento académico como por su salud en general.