Hoy en día, quien llega tarde a trabajar es porque quiere. Estamos muy bien acostumbrados: nos vamos a dormir, programamos la alarma en uno de nuestros dispositivos y ¡pum!, a la hora prevista suena el despertador. Aunque a veces el ruido estridente puede ser algo fastidioso, agradecemos su existencia. Estamos tan acostumbrados a las alarmas que no veneramos lo suficiente la ayuda que nos proporcionan. ¿Te has preguntado alguna vez cómo se levantaban nuestros antepasados cuando no había despertador? Nosotros sí, y te damos unas pinceladas de la información que hemos encontrado.
Si introduces las palabras clave “qué había antes que los despertadores” en cualquier motor de búsqueda ves que muchos internautas se han formulado este interrogante. La invención de estos aparatos se remonta al siglo XVIII (en 1787, concretamente), cuando un relojero los diseñó y fabricó por necesidad: tenía que levantarse a las cuatro de la mañana y no lo conseguía. Se llamaba Levi Hutchins y, mientras la gente de su época se despertaba con la salida del sol, él lo hacía con el sonido de una campanita. No obstante, el primer sistema para levantarse a una hora determinada ya fue inventado por los griegos hacia el año 250 a. C.; en vez de una campana, era un mecanismo formado por una especie de pájaro mecánico que cantaba cuando subía la marea.
Vemos, entonces, que la necesidad de contar y paralizar el tiempo nació hace ya muchos años. Ordenar su transcurso en semanas, días, horas, minutos y segundos, marcar horarios en función de la luz solar, establecer jornadas laborales limitadas… Los humanos siempre hemos querido controlar el tiempo, tenerlo en nuestras manos; algo que se debe, en parte, a una incomprensión total de su existencia. Si nos paramos a pensar y reflexionar… ¿Qué es el tiempo? Seguramente, como decía Ortega y Gasset, sabemos identificarlo pero no sabemos explicarlo. Al cerebro humano le cuesta procesar conceptos abstractos e infinitos. Por eso inventamos los relojes de pared, de muñeca, el despertador…
Ya no podemos levantarnos con la luz del astro rey como hacían nuestros antepasados; necesitamos el despertador. El ritmo de vida frenético de la sociedad contemporánea y los tan caóticos horarios que siguen la mayoría de las personas nos crean una necesidad con las alarmas. Los humanos hemos cambiado mucho desde la antigüedad, pero siempre hay cosas que permanecen: dormir es necesario, y levantarnos también. Sea a la hora que sea.