Se conoce como síndrome de las piernas inquietas (SIP) al trastorno neurológico que da lugar a sensaciones de dolor, hormigueo y otras circunstancias anormales en las extremidades inferiores. Las personas que lo padecen suelen tener un impulso incontrolable de movimiento, que suele aparecer cuando se relajan, ya sea si se sientan o a la hora de dormir.
Así pues, la mayoría no puede ni tranquilizarse ni descansar, un grave problema para la vida cotidiana. ¿Qué causa este trastorno? ¿Cómo puedo saber si lo padezco? ¿Por qué es tan perjudicial para mi descanso?
Según el doctor Diego García-Borreguero, miembro de la Sociedad Española del Sueño y expresidente de esta entidad, “el síndrome de las piernas inquietas supone un grave deterioro en la calidad de vida, pues ocasiona grandes dificultades para dormir”. La primera víctima del SIP es el descanso: pocas horas de sueño, dificultad en muchas actividades, cansancio, niveles bajos de productividad y concentración, entre otros síntomas. El afectado se suele despertar al poco tiempo de dormirse, puesto que necesita darse masajes, pasear por la habitación, ducharse con agua fría… y acceder a muchos más remedios para acabar con la situación y poder pegar ojo. No se sabe exactamente qué causa provoca la enfermedad, pero puede estar relacionada con otras afecciones y puede ocurrir con mayor frecuencia a personas con:
- Enfermedades renales crónicas
- Diabetes
- Deficiencias de hierro
- Parkinson
- Neuropatía periférica
- Durante el embarazo
- Esclerosis múltiple
Algunos medicamentos y la cafeína también pueden incluirse en la lista de posibles causas. A pesar de ser un trastorno que afecta al descanso, no se trata de una enfermedad ligada al sueño ni se produce cuando uno duerme. Contrariamente, se presenta con la ausencia de movimiento y esto se acentúa durante las horas que dormimos. No es poco frecuente que las personas que sufren el síndrome acudan al médico con la idea de padecer algún trastorno del sueño. Además de alterar la calidad de vida, ciertos estudios científicos han demostrado que produce un incremento del riesgo cardiovascular y facilita la hipertensión.
El SIP ha pasado a conocerse como Enfermedad de Willis – Ekbom, en referencia a los médicos más implicados en su investigación. En la actualidad, se trata a partir de tres fármacos, aunque se están planteando nuevos métodos. Su grado de severidad es variable, pero se calcula que entre el 30 y el 45% de los casos son lo suficientemente severos como para necesitar tratamiento.