El cambio de hora es una costumbre que forma parte de la cotidianidad de todos los seres humanos. Sabemos que, cuando llega el invierno, tenemos que atrasar los relojes y que, cuando llega la primavera, tenemos que adelantarlos. Lo hacemos de forma automática y probablemente nunca nos hemos preguntado cuáles son los orígenes y el porqué de esta tradición que da la vuelta al globo. A pocos días de modificar nuestros relojes debido a la llegada de una de las estaciones más agradables del año, desde Velfont queremos desvelarte los misterios del cambio horario. El próximo domingo día 27, el último del mes de marzo, descansaremos una hora menos: a las dos de la madrugada ya serán las tres. ¿Estás preparado? En poco más de una semana ya estaremos más cerca del verano y las vacaciones. Antes de atrasar el reloj, ¿qué mejor que conocer el nacimiento de la historia?
Quien propuso el cambio de hora fue Benjamin Franklin en el año 1784, cuando era embajador de los Estados Unidos en Francia. Durante su estancia en la región francesa, Franklin apreció que, en determinadas épocas del año, el sol aparecía por la ventana antes de lo habitual y, muy a su pesar, lo despertaba. “¡Podríamos aprovechar esta luz natural y levantarnos más pronto!”, se dijo a sí mismo. Y así fue cómo lo propuso: envió una carta al periódico Le Journal de París explicando sus razones. La principal motivación del cambio de hora no era, no obstante, el hecho de despertarse a desagrado con la luz del sol. Su idea fue mucho más allá: pensó que, si las personas nos levantáramos más temprano, nos iríamos a dormir más pronto. Entonces, los rayos del astro rey aún serían potentes al caer la tarde y ahorraríamos energía en casa. Al volver de trabajar aún habría luz y no haría falta encender las velas en las habitaciones.
Las medidas del cambio de hora fueron aceptadas y se implementaron progresivamente: la primera vez que se aplicó la idea de Benjamin Franklin fue durante la Primera Guerra Mundial. No obstante, a lo largo de la historia ha habido épocas en las que se ha anulado. La propuesta del embajador estuvo acompañada, también, de otras medidas que iban orientadas al ahorro energético que comentábamos: cargar de impuestos a aquellas familias cuyas contraventanas no dejaban pasar los rayos de sol, controlar y regular el consumo de velas , despertar a todo el mundo a la misma hora con las campanas de la iglesia… son algunos ejemplos. Aunque la idea del cambio horario no nos viene mal, otras medidas hubieran sido un auténtico caos… Con la cantidad de gente que vive hoy en día en el mundo, ¿te imaginas que todos nos despertáramos a la misma hora?