¿Recuerdas cuál era tu cuento de infancia preferido? Desde muy pequeños, los cuentos nos acompañan. Se transforman en una herramienta imprescindible para la educación de los hijos, la transmisión de valores durante la infancia y, porque no, sirven para que padres e hijos construyan un hogar acogedor y agradable. Desde Velfont te proponemos 3 cuentos populares para que se los cuentes a tus hijos esta misma noche… ¿te animas?
La carrera de los animales
En el bosque de Velfont, todos los animales estaban muy nerviosos. Y es que, quedaban pocas horas para que empezase la gran carrera. El mono no paraba de saltar de un lado a otro tratando de templar sus nervios; la serpiente se le había descontrolado el seseo y estaba constantemente tartamudeando; la tortuga, por su parte, entraba y salía de su caparazón y el elefante se escondía detrás de su gran trompa.
Estando todos los animales en esta tesitura, llegó la jirafa, tan alta y esbelta como siempre. Como era muy presumida y egocéntrica, la jirafa empezó a burlarse del resto de animales:
– Tú mono, eres demasiado nervioso, seguro que no serás capaz de correr sin trepar por los árboles, jajaja.
– ¿Serpiente?¿Qué haces aquí?¿Quieres correr en una carrera y ni si quiera tienes patas?
– El mejor de todos es la tortuga… ¡Pero si todo el mundo sabe que las tortugas son los animales más lentos!
– ¿Y qué me decís del elefante? ¡Con lo gordo que está seguro que no llega al final!
Después de “pasar lista”, la jirafa se puso en la línea de meta y espero la señal para ponerse a correr. Pero… ¡oh sorpresa! Justo antes de arrancar la carrera, la jirafa se dio cuenta de que llevaba las zapatillas desatadas. Como era tan alta y esbelta no era capaz de atarse los cordones y se puso a llorar desconsoladamente pidiendo ayuda al resto de los animales del bosque.
-Tú te has estado metiendo con nosotros durante todo este tiempo. –Le dijo el mono.- Has sido muy cruel con todos los animales del bosque por lo que, ahora, no tendríamos que ayudarte. Sin embargo, te vamos a ayudar porque todo el mundo se merece una segunda oportunidad.
Y, mostrando todos los dientes en una fantástica sonrisa, el mono fue dando brincos hasta las patas de la jirafa para atarle las zapatillas de deporte. La jirafa, sonrojada pidió disculpas diciendo:
– Tenéis razón… He sido muy mala con vosotros. De ahora en adelante trataré siempre de ser considerada con vosotros ya que nuestras diferencias nos hacen geniales.
La princesa de la sal
Érase una vez, en el lejano reino de Villa Sueño, existía un rey que tenía 3 hijas. El rey, sabiendo que se iba haciendo mayor y que pronto llegaría el momento de ceder el trono a su descendencia, empezó a elaborar un plan para averiguar cuál de las tres sería la merecedora de tal herencia.
Llamó a la mayor de sus hijas y la sentó en su trono. Con un semblante muy serio, le preguntó:
– Hija mía, ¿tú me quieres? – Su hija, quedó sorprendida por la pregunta
-¡Claro papá! Te quiero muchísimo.
– ¿Ah sí?¿Cómo cuánto me quieres? – dijo el rey aún desconfiado.
– Te quiero tanto como a los montes y a las montañas de tu reino.
– Está bien hija mía. Con tu respuesta, me demuestras lealtad y estima. En los montes y las montañas de mi reino están los animales y las frutas que tanto servicio dan a nuestro pueblo. – Dijo el padre satisfecho
Llamó el rey a la segunda de sus hijas y, de nuevo, la sentó en su trono. Se plantó delante y preguntó:
– Hija mía, ¿tú me quieres?
-¡Claro papá! Te quiero muchísimo.
– ¿Ah sí?¿Cómo cuánto me quieres?
– Te quiero tanto como a los ríos y lagos de tu reino.
– Está bien hija mía. Con tu respuesta, me demuestras lealtad y estima. En los ríos y lagos de mi reino está el agua que riega de vida todo cuanto está a su paso.
Por último, llamó el rey a la menor de sus hijas y, repitiendo la operación, la sentó en su trono:
– Hija mía, ¿tú me quieres?
-¡Claro papá! Te quiero muchísimo.
– ¿Ah sí?¿Cómo cuánto me quieres?
– Te quiero tanto como a la sal.
– ¡¿Cómo a la sal?!¡¿Tan desagradable resulto para ti?! Me comparas con algo que la gente puede pisotear y como un condimento que sirve para esterilizar el campo. Por tu respuesta, te condeno y te echo de mi reino. De ahora en adelante ya no serás nunca más considerada hija mía.
La hija empaquetó sus cosas y se marchó triste del castillo sin saber muy bien el motivo de la ira de su padre. Con la partida de la princesa, el castillo se volvió un lugar oscuro y el rey fue perdiendo la sonrisa. Chillaba a sus súbditos y estaba siempre de muy mal humor. Todos los habitantes de Villa Sueño tenían miedo del nuevo temperamento del rey y siempre que lo veían pasear por la aldea se escondían en sus cabañas.
Un buen día, el rey convocó a todos los ciudadanos para realizar un concurso gastronómico. “El que no fuera capaz de cocinar algo que fuera del agrado del rey, sería arrojado a las tinieblas” dijo el portavoz del rey. Todos en Villa Sueño se pusieron muy nerviosos y corrieron para preparar la mejor de sus recetas.
Llegó el día del concurso gastronómico y el rey empezó a caminar en frente de los platos que sus súbditos habían preparado. El primer plato que cató el rey fue una jugosa tortilla que, a primera vista, resultaba muy apetitosa. Y es que, aunque pocos lo sabían, la tortilla era el plato preferido del rey.
El rey sacó de su bolsillo su tenedor de plata, pinchó un trozo de la tortilla, se lo llevo a la boca y empezó a paladearlo poco a poco…
– ¡¡Puajj!! ¡Que asco! A esta tortilla le falta algo… Le falta alma, le falta cariño, le falta algo que la haga especial, le falta…
-¿Sal? – Preguntó la doncella que había preparado la delicatesen
Fue en ese preciso momento en el que el rey se dio cuenta de que la cocinera del plato era la menor de sus hijas. Y también fue en ese preciso momento en el que el rey se dio cuenta de cuánto le quería su hija. Para la princesa, la sal era algo imprescindible con lo que todo adquiría un sabor especial. Para la princesa, la sal era tan necesaria en su vida como lo era su padre.
Los dos cubos de agua
Carlitos era el hijo de un campesino que vivía en un pintoresco pueblo a los pies de la montaña. Cada mañana, Carlitos salía con dos cubos de madera a buscar agua al río para poder regar la huerta de su padre. Cierto día, cuando Carlitos volvía del río con las dos cubiletas llenas de agua hasta arriba, el cubo de su derecha, le dijo:
– Mira Carlitos, aún guardo toda el agua que has recogido porque soy fuerte y estoy hecho de materiales duros. En cambio, el cubo que tienes a tu izquierda es viejo y tiene grietas, por eso cuando llegas a casa, apenas queda agua para regar la huerta.
Al oír estas palabras, el cubo viejo se puso muy triste y entre sollozos, dijo:
– Es verdad Carlitos, me siento muy mal porque te hago perder el tiempo y soy un inútil…
Carlitos, que, a pesar de su corta edad, era muy listo, contestó a la vieja cubileta:
– Pero, ¿qué dices? Para mí tú eres super importante. Si no, echa un vistazo al suelo y dime que ves.
La cubileta vieja, tratando de enjuagarse las lagrimas, echo un vistazo el suelo y vio que su parte del camino estaba repleta de flores de todos los colores. En cambio, la otra parte, seguía árida y estéril.
– Para mí, tú eres imprescindible porque gracias a ti, el camino que hago todos los días es mucho más llevadero y bonito.
¡Velfont os desea Buenas noches!